La guerra de los espejos

En 1665 surgió un conflicto de intereses entre Francia y Venecia en lo que se puede considerar el primer episodio de espionaje industrial que tuvo lugar en Europa.
 
Pero, cuál fue la chispa que encendió la llama? Durante la primera mitad del S. XVII un objeto se puso de moda entre la élite social, los espejos, que después de la evolución de las técnicas de fabricación durante el Renacimiento, presentaban una superficie clara y reproducían imágenes prácticamente sin deformaciones, por lo cual, se convirtieron en un auténtico baremo de estatus social debido al elevado precio que se incrementaba según el tamaño. El éxito de este producto benefició a la ciudad de Venecia, ya que prácticamente toda la producción europea era monopolizada por las factorías de Murano, donde se fabricaba el famoso «cristallo». La hegemonía comercial conseguida tras la invención de este tipo de vidrio hizo que un halo de misterio y secretismo se cerniese sobre todo lo referente a los procesos de fabricación de este material, de hecho el «Consejo de los Diez» estableció un control absoluto sobre esta información, vital para mantener llenas las arcas de la ciudad estado.
 
Tasación de antigüedades
El Consejo de los Diez (Francesco Hayez 1867)
 
 
Pero en Francia, Luís XIV, amante del lujo, derrochaba oro a espuertas en la adquisición de espejos venecianos, cosa que no gustaba en demasía a Colbert, Ministro de Hacienda, quien decidió que la mejor manera de contentar al monarca y salvaguardar el erario sería creando una industria propia para lo cual envió emisarios en secreto a Venecia con la intención de atraer artesanos para que se instalasen en Francia con promesas de fama y grandes ingresos, lo que definitivamente consiguió. Estos artesanos se instalaron en el barrio de Saint-Antoine al mando de Nicolas du Noyer.
 
Tasación de antigüedades
Barrio de Saint-Antoine
 
 
Pero la respuesta veneciana no se hizo esperar y el embajador de la «Serenissima República» en París comenzó una campaña para convencer a los artesanos para que regresaran a Murano, en parte apelando a su patriotismo y en parte con amenazas que involucraban en la situación a sus familias que permanecían en Venecia hasta que el ministro Colbert consiguió sacarlos en secreto y llevar a a mujeres y niños a París. Tras esta medida el Consejo de los Diez endureció su estrategia y optó por el veneno como medio disuasorio y en 1667 se puso fin a la vida del más influyente de los artesanos desplazados, tras lo cual, la mayoría regresó ante el temor de ser asesinados.
 
Tras esta derrota, ambas partes llegaron a un acuerdo para la adquisición de espejos de Murano, pero el mismo Ministro Colbert revocaría este acuerdo 5 años después ya que la técnica en los talleres de Sain-Antoine había mejorado de manera reseñable. Cuando Luis XIV decidió la contrucción de la galería de los espejos en Versalles todos ellos fueron fabricados directamente en Francia.
 

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