Salvador Dalí frente a El corazón real. Fuente
Complemento o pieza única
Durante el siglo XX, del mismo modo que los joyeros comenzaban a entender sus creaciones como auténticas obras de arte, pronto los artistas se interesaron por el diseño decorativo como variante perfecta de su obra plástica. En 1942 el joyero George Fouquet llama precisamente a una unión entre las artes:
«No sabríamos expresar todo el interés que puede presentar para la creación de joyas la colaboración de los artistas: el arquitecto aportará las líneas generales, los planos, la construcción, en fin; el escultor aportará la ciencia del relieve; el pintor el juego cambiante tornasolado de los colores y el joyero aportará su técnica para la realización material de estas creaciones y la elección de las piedras de color»
Realmente la mentalidad del nuevo artista-joyero entiende la pieza no como un accesorio, un complemento para la figura de un cliente determinado, sino como un nuevo vehículo de expresión que permite explotar las posibilidades de diversos materiales.
Como transición hacia los artistas-joyeros de vanguardia es necesario hablar de las figuras de René Lalique (1863-1942) y Alphonse Mucha (1860-1943), enmarcados dentro del Modernismo o Art Nouveau y autores de piezas de joyería que se encuentran aún a camino entre el complemento y la obra de arte única. El conjunto de brazalete y anillo diseñados por Mucha por encargo para la actriz Sarah Bernhardt en 1899. Realizado en oro, esmalte, ópalo, rubí y diamantes, Mucha se inspiró en la antigüedad helénica y especialmente egipcia, materializando el exotismo oriental tan en boga en el momento.
Brazalete de serpiente diseñado por Alphonse Mucha y fotografía de Sarah Bernhardt como Cleopatra. Fuente
Pero, a pesar de su calidad artística, el brazalete de Sarah Bernhardt estaba hecho por y para la actriz, se trataba, en cualquier caso de una alhaja pensada para ser portada por ella. Las joyas diseñadas por el cubista Georges Braque están, en cambio, pensadas y ejecutadas en términos pictóricos. Tanto es así que Braque argumentaba cómo el material que normalmente otorga un valor determinado a la joya es en realidad un asunto nimio. El artista es, pues, el encargado de dotar de un valor estético a las gemas preciosas, semipreciosas, etc.
Se mira pero no se toca: las joyas de Dalí
Será Salvador Dalí quien lleve esta premisa al límite con unas joyas que pertenecen más al terreno de lo fantástico que de lo real. La joyería fue tan sólo un lenguaje más en el que desarrollar su peculiar surrealismo, siendo quizá también su faceta menos conocida. Se trata de un lienzo más en el que volcar su mundo interior, ese repertorio único de formas y signos a los que nos tiene acostumbrados.
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Detalles de El collar del Árbol de la vida (1949) y El elefante espacial (1961). Fuente
Con un claro afán renacentista, en el sentido de maestro que dominaba todas las artes, a la manera de Leonardo Da Vinci, Dalí se adentra en el diseño de joyas con la colaboración de la casa neoyorquina Alemany & Company. El orfebre argentino Carlos Alemany seguía estrictamente los diseños y directrices proveídos por el artista, quien supervisaba la ejecución y también seleccionaba los materiales empleados, especialmente por la significación simbólica de cada uno de los colores y piedras preciosas (diamantes, rubíes, esmeraldas, zafiros, aguamarinas, topacios…).
Entre 1940 y 1970, Salvador Dalí demuestra cómo «los objetos de belleza pura, sin utilidad, pero realizados maravillosamente» son extremadamente valorados en un tiempo en el que el utilitario prima por encima de todo. Toda una proeza.
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Valor histórico se suma al valor estético, propiciando que en 1953 la Fundación Catherwood de Bryn Mawr (Pensylvania, Estados Unidos) adquiriera las primeras obras, que itineraron por diversos países europeos. Poco tiempo después, en 1958, las piezas fueron compradas por la Fundación Owen Cheatman por 250.000 dólares, la cual cedió las joyas para su exposición a diferentes entidades educativas y culturales de Nueva York, París, Londres, Madrid…Finalmente, en 1982, la colección, de 39 joyas y 27 dibujos con diseños, pasó a manos de la Fundación Gala-Salvador Dalí, que la expone de manera permanente en el Teatro-Museo Dalí de Figueres.
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El ojo del tiempo (1949) y La persistencia de la memoria/Relojes blandos (1931). Fuente1 Fuente2
Una de las piezas más famosas de la colección, El corazón real (1953), da cuenta de la intención de Dalí por realizar una auténtica obra de arte a través de la joyería. El interior de rubíes y diamantes, esmeraldas, zafiros y perlas, se agita rítmicamente emulando el latido anatómico. Creado con objeto de la coronación de la reina Isabel II, El corazón real simboliza la relación del pueblo y su soberana. Es, en cambio, en El ojo del tiempo (1949), donde observamos una relación más clara con la obra pictórica del artista. Parece como si la idea de La persistencia de la memoria (1931) hubiese tomado forma en una suerte de ojo de Horus con un reloj en su centro. «El hombre no puede escapar a su tiempo ni cambiarlo. El ojo ve el presente y el futuro».
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La tentación de San Antonio (1946) y El elefante espacial (1961). Fuente1 Fuente2
La tentación de San Antonio (1946) encuentra en la pieza de oro, esmeraldas, diamantes, aguamarinas y rubíes de El elefante espacial (1961) un reflejo aún mayor. La estrechez de las patas de los elefantes, un verdadero alambre, representa la ingravidez que produce el ascenso a los cielos. El elefante simboliza un potente cohete que vaticina la conquista del espacio que se lograría años más tarde.
Las relaciones alegórico-simbólicas del maestro surrealista pueden apreciarse de manera más exacta en la reflexión que él mismo elabora acerca de la posible frivolidad de sus piezas de joyería:
«Las joyas de Dalí deben ser tomadas muy en serio. Me complace cuando mi joya de los pendientes telefónicos produce una sonrisa. La sonrisa es algo agradable. Pero los pendientes, al igual que todas mis joyas, son objetos serios. Los pendientes significan la oreja, símbolo de la armonía y la unidad. Connotan la velocidad de los medios de comunicación modernos; la esperanza y el peligro de los intercambios de pensamientos repentinos».
Pendientes telefónicos (1949). Fuente
Joyas más dignas de observar que de vestir, lo que parece claro es que las piezas de Dalí son otra pieza más dentro imaginario surrealista
Fuentes:
https://www.salvador-dali.org/es/museos/dali-joyas/historia/
JIMÉNEZ, Teresa., “Joyas de artistas: joyas de Dalí”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Hª del Arte, t.9 (1996), pp. 343-373.
UN ARTÍCULO DE IRENE PÉREZ MÉNDEZ