Sin duda, la joyería victoriana más interesante fue aquella que surgió con motivo del luto. Esta tradición nació en el siglo XVII, pero fue durante el reinado de Victoria cuando se popularizó notablemente. Ella puso esta joyería de moda después de la muerte de su esposo, el príncipe Alberto.
Ahora nos puede parecer extraño hacer joyas exclusivamente para llevar con un riguroso luto, pero debemos tener en cuenta que la relación de los victorianos con la muerte era más estrecha de lo que podemos pensar. El siglo XIX fue una época convulsa, donde los hombres morían en la guerra, los niños tenían malnutrición o enfermedades graves y fallecían continuamente, o bien en el parto junto a sus madres, o bien a los pocos años de nacer. Luego estaban las epidemias como el tifus que causaron miles de víctimas. Es definitiva, la muerte era algo más que común de lo que podemos llegar a pensar (la esperanza de vida rondaba los cincuenta años). Por lo tanto, no es extraño que la joyería fúnebre estuviera tan integrada en la sociedad victoriana.
Eran joyas fabricadas con piedras preciosas o materiales de color normalmente negro o de tonalidades oscuras, como por ejemplo, vidrios negros, ónix, cuero o esmaltes oscuros. Además, un hecho que puede resultar escabroso, pero que era bastante común, fue el de incluir en las pulseras, medallones o broches mechones de pelo de la persona fallecida. Para este fin estaba los guardapelos, unos colgantes en cuyo interior se almacenaba una fotografía y un mecho del fallecido. Se hacía por amor o amistad, como una forma de mantener la memoria del ser querido, recordar la fragilidad de las personas, o incluso como un símbolo de estatus social.
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Antiguo guardapelo victoriano con un mechón del fallecido
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Broche victoriano tejido con pelo humano
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JOYAS CON SIGNIFICADO
Existían ciertos materiales que usaban en la joyería fúnebre que tenían algún significado concreto. Por ejemplo, los esmaltes de color blanco significaban que la chica era soltera o virgen cuando falleció; las perlas simbolizaban la pérdida de un niño; e incluir materiales con diferentes colores, era una manera de representar las diferentes fases de un duelo, que por otro lado, solía durar de dos a tres años, siguiendo las estrictas reglas de la joyería victoriana.
Qué interesante e impresionante.
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