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EL VASO PORTLAND, UNA PIEZA CON VIDA PROPIA

El Vaso Portland es una vasija de vidrio romano fechada entre el 5 d.C. y el 20 d.C. La técnica utilizada se basa en los camafeos realizados en la época sobre piedras semipreciosas como el ópalo o el cuarzo. Consiste en sobreponer en un crisol una pieza de vidrio blanco sobre una base de vidrio azul, para después soplarlos. Una vez enfriada la pieza se tallaba con diferentes escenas mitológicas y alegóricas.

 
 
tasación de antigüedades
 
Este vasija es una de las pocas piezas enteras que se conservan de este tipo de vidrios, además de una verdadera obra maestra, tanto por la destreza usada (hasta el siglo XIX no se consiguió realizar una copia en este mismo material) como por la calidad de los motivos representados. Se cree que el experto cortador era Dioskourides, conocido por las firmas dejadas en sus trabajos en gemas.
 

La iconografía representa el nacimiento de Augusto, la batalla de Actium y el renacimiento de Roma en la primera escena y el nacimiento de Paris, la Guerra de Troya y su destrucción en la segunda. 

Se basa en la idea propagada por Virgilio en la Eneida, donde cuenta como el héroe troyano Heneas escapa de la masacre de su ciudad huyendo a Italia, donde sus descendientes fundarán la ciudad de Roma.

 
 
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La vasija es su estado primigenio tenía forma de ánfora, con el disco inferior de la pieza del mismo tipo de vidrio camafeo, representando a París con un gorro frigio. Este medallón no pertenecía al vaso en su origen y se cree que fue añadido en el Renacimiento.
 

Su aparición durante el Renacimiento está envuelta de misterio. La leyenda dice que fue descubierto por Fabrizio Lazzaro en el sepulcro del emperador Severo Alejandro, en el Monte del Grano, cerca de Roma, en la década de 1580. 

La primera referencia documental aparece en una carta de Fabri de Peiresc al pintor Pedro Pablo Rubens en 1601, donde sitúa la pieza en la colección del cardenal Francesco María del Monte. A su muerte, en 1627, sus herederos la vendieron al cardenal Antonio Barberini, y se mantuvo en poder de esta familia durante 150 años, hasta que en la década de 1780 fue adquirido en Italia por el arquitecto escocés James Byres, el cual lo vendió a vez a sir William Hamilton, embajador inglés en Nápoles. En 1984 la Duquesa de Portland compra el vaso para su colección. 

Después de una desafortunado accidente en 1810, cuando una amigo de la familia rompió la base de la vasija, el por entonces duque de Portland decidió prestarlo al Museo Británico, donde presumiblemente estaría más seguro y podía ser admirado por el público, pero dejándoselo antes Josiah Wedgwood, propietario de la conocida cerámica industrial inglesa, el cual la copió como modelo para una de sus series más conocidas.

 
 
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En 1845 William Mulcahy, un joven que había estado bebiendo varios días, entró en el museo y de una pedrada destrozó la vitrina que guardaba el vaso con él dentro.

Curiosamente, Mulcahy fue condenado a pena de cárcel por la rotura de la vitrina y no por romper el Vaso Portland, dado que la ley británica no preveía sanciones por la destrucción de artículos de alto valor. 

Después de este suceso se procedió a su restauración, pero en el proceso se dieron cuenta de que faltaban 37 esquilas, que desaparecieron misteriosamente. Exactamente un siglo después, en 1945, el Museo Británico lo adquiere en propiedad y en 1948 un misterioso donante anónimo regala al museo las 37 esquilas desaparecidas. Su última restauración tuvo lugar en 1988 con una gran expectación pública, realizando la BBC un exhaustivo reportaje sobre ella.

 
Las peripecias de esta pieza pasaron el mundo real, cuando en 1951, Arthur C. Clarke, mencionó el vaso en su cuento corto de ciencia ficción «Todo el tiempo del mundo”, donde fue rescatado por viajeros del futuro justo antes de la destrucción de la Tierra.
 
Actualmente se puede visitar y admirar toda su belleza en la sección de Grecia y Roma del referido museo inglés.
Un artículo de M.A. Rocafort